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» » Burruchaga 1986: El Pase de Dios

Aparte del célebre gol de Diego – giro de Dios incluido – la otra historia que hay que contar del Mundial de México es la de la final contra Alemania. Argentina ganaba 2-0 bien, cómoda, casi sin transpirar. Teníamos la copa en el bolsillo y entonces los alemanes nos empataron, casi sin quererlo. Parecía que la cosa se complicaba, quedaban quince minutos y a muchos les empezaba a faltar el aire, pero por suerte aún nos quedaba Burruchaga. El hombre que había logrado ponerse la número 10 de Independiente,  mandando al banco al mismísimo Bochini en su mejor época, luego de más de 10 años de titularidad en que el Bocha nos había dado cinco Libertadores y dos Intercontinentales que ganó prácticamente él solo. Antes de empezar ese partido, Bilardo la tenía clara: la manija no iba a ser Diego, sino Burru, tal como ocurriera dos años atrás en un partido memorable en que Argentina había vencido 3-1 a Alemania en Duesseldorf, con Burru de manija. Lo había dicho antes del partido y nadie le creyó: ¿Burru de manija? ¿teniendo en nuestras filas al mejor jugador de la historia y en su mejor momento? Seguimos sin creerle hasta que los alemanes empataron.

Se lo dijo Valdano a Burruchaga en el círculo central luego del segundo gol alemán: “Ya éramos campeones del mundo, y ahora hay que volver a empezar.” “Tranquilo, que ganamos igual” fue la respuesta. La fe ciega, el hambre de gloria de Burru seguían intactas. El partido se reanudó con una rara sensación: todos sabíamos que Argentina era más, pero a los alemanes se los había visto ganar finales con mucho menos equipo que aquel de México, así que parecía que tocaba sufrir de nuevo. Fue entonces cuando apareció una pelota dividida en mitad de cancha, un rebote dentro del círculo central que salió en dirección de Diego. Me lo decía mi viejo siempre: “La pelota busca al jugador. Cuando uno sabe, no se desespera. La pelota sabe, la pelota busca al jugador….” Diego se la ve venir muy encima, al cuerpo, y da un paso atrás para darle tiempo a que baje un poco. Los dos alemanes que andan más cerca se le van encima, pero ya es tarde. La pelota busca al jugador, y el genio lo ve todo una fracción de segundo antes de que ocurra.

Lo que siguió fue una auténtica obra de arte, una de las más exquisitas joyas de la corona del fútbol, la conjunción más perfecta entre eficacia, estética e imaginación que se haya visto nunca en un pase. Bobby Charlton, que del tema sabe algo, dijo luego del partido que ese fue el mejor pase-gol que había visto en su vida. Lo dicho: la pelota le llega a Diego mal, a media altura, obligándolo a retroceder – ni pensar en pararla – mientras espera que baje, para poder acariciarla con la cara interna de la zurda, y así ponérsela servida a Burru por el callejón del ocho para que se vaya solo hacia el gol.

Burru sale como una tromba hacia adelante, tan rápido que parece que los alemanes no corren, y presiente su destino de héroe. ¿Qué pensó, que no pensó Jorge Burruchaga en esa carrera interminable? ¿Habrá pensado en sus viejos, en los amigos del barrio? ¿se habrá acordado de cuando se ganaba la vida como albañil, antes de jugar en Arsenal de Sarandí? A lo mejor. Lo que nos contó después del partido fue que sintió como un vértigo, que veía el arco agrandarse y achicarse mientras corría esos pocos metros que le parecieron kilómetros. Tal vez por eso la alargó mucho al final, dando la sensación de que el arquero salió mal – cosa que no es cierta – pero llegó a dominarla justo al borde del área, justo a tiempo para definir el partido. Se acordó entonces de una de las leyes fundamentales del fútbol, la que tantas veces le repetía el Bocha en los entrenamientos y le mostraba en las finales. Esperó a que el arquero diera el paso adelante y se la cruzó suave al segundo palo.

Valdano, el negro Enrique, Brown, todos corrieron hasta el banderín del corner para abrazarlo. Diego los miraba sonriente desde la mitad de la cancha. Había dejado de correr hacía rato porque sabía que, desde el momento en que salió su pase, a todos nos había quedado claro que el campeonato, se había acabado.

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