Pelusso y la final menos pensada
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El encuentro entre charrúas y guaraníes del próximo 22 de marzo, correspondiente a las eliminatorias mundialistas, no será uno más para nadie. Y mucho menos para Gerardo Pelusso. El entrenador, oriundo de la ciudad uruguaya de Florida, se jugará el futuro de la Albirroja ante la Celeste, también necesitada, y frente a la misma afición que alguna vez lo alentó como jugador.
“La responsabilidad es demasiado grande y linda como para estar pensando en lo que va a pasar cuando entre a la cancha o suene el himno”, aclara Pelusso, quien habló con FIFA.com sobre el decisivo compromiso, su viaje posterior a Quito y la compleja situación de la Albirroja: "Mientras haya posibilidades matemáticas, dejaremos hasta la última gota de sudor". 
Gerardo, ¿en qué momento diría que le llegó el parate de la eliminatoria en 2012?
No sabría decir si nos vino bien. Cuando asumimos teníamos muy poco tiempo para trabajar, eso es cierto. Pero también lo es que cuando terminamos el partido frente a Perú el equipo venía en alza yUruguay, nuestro próximo rival, en caída libre. Entonces es difícil responder. Si alguien me hubiese ofrecido jugar contra Uruguay después de nuestro último partido, habría aceptado sin problemas. Ahora pasaron varios meses y eso les ha dado tiempo de recuperase. Es como los boxeadores que aprovechan la campana en los momentos difíciles. Pero no hay nada que hacer, la eliminatoria es así y tiene muchos vaivenes.
Los próximos partidos serán ante Uruguay en Montevideo y Ecuador en Quito. ¿Es mejor definir fuera de casa donde no exista la presión de la afición?
¡Qué presión ni presión! Yo prefiero jugar siempre de local, lo tengo muy claro. Uno siempre quiere jugar en su cancha porque la conoce, por la gente, porque es tu lugar y te evitas viajar. Sería mucho mejor jugar en Asunción, pues enfrentar a Uruguay en  Montevideo y a Ecuador en Quito nunca ha sido fácil para nadie.
¿Será especial ir a definir una instancia decisiva ante Uruguay en el Centenario? Lo preguntamos a nivel personal, como uruguayo…No, ni pienso en eso. La responsabilidad que tenemos es demasiado linda y demasiado grande como para estar pensando en lo que va a pasar cuando entre a la cancha o suene el himno. Esta es una justa deportiva, no una guerra civil. Lo vivo con mucha tranquilidad, salvo cuando me fui de vacaciones a Punta del Este con mis hijos y mi nieto. Todos me preguntaban lo mismo: “¿Y? ¿Qué va a pasar en marzo?”.
¿Y qué se responde en esos casos?
¿Qué le voy a responder? “Les venimos a ganar”. Hubo un muchacho que se enojó  y todo, terminamos con un incidente en la calle. Primero me saludó bien, lo lógico. Pero cuando me preguntó qué iba a pasar en marzo y le dije que les íbamos a ganar, se ofuscó. “¿Cómo me vas a decir eso?”, me preguntó. Yo soy técnico de Paraguay, no de Uruguay. Por poco nos tenemos que pelear ahí en la calle.
No sorprende en un país donde el fútbol se vive con tanta pasión…
No, claro. Pero hablamos de dos países cultos, con gente amable y civilizada. En eso, Uruguay yParaguay son muy parecidos. En otros países, en un contexto como este, no podría ni salir a la calle. Pero en Uruguay todo el que me cruzaba por la playa me decía algo. Mi familia, en cambio, tiene la Albirroja puesta. Y es que somos de Florida, donde la camiseta es igual a la de Paraguay. Hasta mi nieto la tiene puesta (ríe).
Hablemos del juego. ¿Le sorprende el mal momento de Uruguay
Sí, porque es un equipo que está constituido desde hace mucho tiempo por jugadores que, además, atraviesan una gran actualidad. No es que Uruguay tenga un ciclo terminado: (Luis) Suárez y (Edinson) Cavani están en su mejor momento, (Diego) Forlán volvió a jugar... El equipo está excelentemente dirigido, nada hacía indicar que en cuatro partidos sumaría apenas un punto. Y lo que más me llama la atención es la cantidad de goles que recibió. No esperaba eso.
¿Enfrentar a un Uruguay herido supone un doble riesgo?
¡Obviamente! Pero cuidado, que Uruguay sabe que Paraguay es muy peligroso también. Eso es histórico: siempre, en cualquier circunstancia, a Uruguay le ha sido muy difícil jugar contra Paraguay. De hecho, por las eliminatorias, acá en Asunción no le ha ganado nunca y en Montevideo siempre le ha costado. Para nosotros es complicado, pero para Uruguay también va a ser muy difícil.
Y luego viaja a Quito, donde Ecuador ha sumado todos sus puntos en la eliminatoria…
Por eso dije que hubiese preferido jugar de local, mil veces. Son dos plazas que conozco muy bien personalmente (ndr: Pelusso, uruguayo, vivió siete años en Ecuador). Cuando jugaba subíamos a Quito cada dos o tres semanas. Sé lo que es ir a jugar al estadio Atahualpa, por algo es un fortín. Hasta ahora han ganado todos sus partidos ahí, e intentaremos que no sea así en esta oportunidad.
Se dicen muchas cosas sobre la altura. ¿Cómo se afronta un juego en esas condiciones?
El primer paso es organizar bien la llegada. Estamos puliendo detalles importantes, como llegar a Quito el día antes del partido y directo desde Asunción. Luego hay que tener en cuenta otras variantes para combatirla. Nosotros, por ejemplo,  tenemos varios futbolistas jugando en México, donde hay altura. Y no se olviden que no todos los jugadores ecuatorianos están habituados tampoco, muchos vienen del llano.
¿Cuál es la línea que se les baja a los futbolistas al respecto?
Yo tengo una frase muy gráfica: “No conozco ningún jugador de fútbol que se haya muerto por correr en la altura”. Hay que correr y perderle el miedo. Aunque cueste un poquito más recuperarse, sobre todo con el correr de los minutos.
¿Se puede pensar en utilizar dos equipos totalmente diferentes en ambos partidos?
No lo creo. La aspiración de todo entrenador es encontrar la base del equipo, al margen de que siempre pueda haber alguna modificación. Y creo que nosotros la tenemos. Puede que haya algún cambio porque jugamos dos finalísimas entre viernes y martes, pero dos equipos totalmente diferentes no.
¿Qué porcentaje del futuro se juega Paraguay en esta doble jornada?
Y… es fundamental. En la situación difícil que afrontamos, si no sacamos buenos resultados las posibilidades de clasificar pueden llegar a ser mínimas o nulas. Pero estamos a tiempo. Mientras los números digan que se puede, hasta que el árbitro no de el pitazo final, vamos a luchar con todas nuestras fuerzas.